A Amadeo Salvo hay que reconocerle que es un agitador de masas, que sabe desviar culpas como pocos, en parte gracias a sus voceros. Pero al final, gestiona un club de fútbol, nuestro Valencia, y lo que cuentan son los resultados. En este aspecto ha fracasado como nadie lo ha hecho desde la época de Koeman. Sí, lo sé, mentarlo sólo da miedo.
Empezó su mandato y la temporada con Djukic, un entrenador que a priori era del agrado de todos, de hecho era el nombre que quería Braulio, y de muy buena gana aceptó Salvo, aunque sólo fuera porque era un nombre popular en el momento del fichaje. Ya sabemos que a este presidente le gusta poner su cara y nombre al lado de todo lo que suene a popular. En esto hace como los políticos: si Contador gana un Tour, recibirá su homenaje de los políticos de turno para ganar en popularidad; si la selección española gana un mundial... corriendo a la Moncloa.